El cine de terror toma elementos de fuentes de la literatura,
supersticiones y leyendas tradicionales, así como de temores y
pesadillas nacidos de contextos socioculturales
mucho más actuales y precisos. Por una parte, de la novela de terror, nacida en la segunda mitad del siglo
XVIII; por otra, de la tradición oral del cuento de miedo, ampliamente desarrollada
en las sociedades rurales de todas las culturas. De aquí, en último
término, surgirán los elementos y personajes básicos utilizados en las
películas de este género: los vampiros,
el hombre lobo, los monstruos,
fantasmas,
brujas, zombis, así
como las desdichadas réplicas humanas, al estilo de Frankenstein.
Otras señas de identidad del género son un uso muy particular de la
iluminación, que muchas veces tiende a inspirarse en la pintura romántica alemana del siglo
XIX, la cual se caracteriza por el recurso frecuente al claroscuro,
a los contrastes de colores y los tonos penumbrosos, efectos muy
apreciables en el cine expresionista de los primeros años (Murnau, Fritz
Lang). Los espacios o escenarios más visitados serán la noche,
cementerios, la casa abandonada, el castillo, las ruinas, el laboratorio
lúgubre, el bosque o el erial sombrío, el jardín decadente, que han
terminado conformando un catálogo de "lugares" comunes. Asimismo, nunca
debe faltar una banda sonora densa y sugerente (El
resplandor, Psicosis, Tiburón...), junto a unos
escalofriantes efectos de sonido (El exorcista, Alien, Drácula de Bram Stoker de Coppola...), efectos que en los últimos tiempos
rayan más bien en lo ensordecedor (Soy
leyenda, de 2007).
El público se siente atraído hacia este tipo de películas
precisamente por los estímulos emocionales novedosos e intensos que
recibe, es decir, lo insólito-escabroso inscrito momentáneamente en la
rutina diaria. Los efectos fisiológicos que experimenta el espectador
horrorizado en su butaca incluyen fuertes subidas de adrenalina,
con dilatación de pupilas, aceleramiento cardíaco y
respiratorio, y sudor frío, todo lo cual por lo común se cierra con un
desahogo final, en el cual, de acuerdo con el remate que haya tenido la
historia, reinará el consuelo o el desconsuelo.
El motor sensacionalista en estas películas es, en muchos casos, la
exhibición de la crueldad, humana, bestial o sobrenatural, como
representación del Mal, en cualquiera de sus muchas variantes, y esto
explica que la gran competencia comercial en esta industria haya
generado una escalada indiscriminada de contenidos truculentos en el
género a lo largo de los últimos años.
jueves, 6 de septiembre de 2012
CINE TERROR
5:53
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